jueves, 1 de octubre de 2015

Volar

Mis ojos parecían cristal, veía una esfera naranja que se desenfocaba involuntariamente, el fondo negro me dejaba ver con mayor claridad el brillo alrededor de ella, poco a poco se hacía más pequeña, me dejaba solo… siempre hago lo mismo, cuento las cosas empezando con el final… pero es que este es el final de un relato que nunca se contó, que sólo ocurrió una vez, de la hazaña que sólo yo logré… ésta es la historia de cómo te hice volar…

Si pudiera regresar el tiempo te conocería diferente… regresaría el sorbo de mi café, te regresaría la vez que me volteaste a ver y pensaste que no me di cuenta, regresaría cada uno de los pasos al salir, cambiaría la primer palabra que te dije, pero la primera vez que me tomaste de la mano no, esa no la cambiaría… haría más largos los momentos, más cortos los silencios. Me alegra no poder regresar el tiempo, todo fue perfecto cuando te conocí.

Empecé primero a bocetar, se veía hermoso en el papel, era como dibujarte, cada línea curva me recordaba a ti, incluso llegué a creer que el lienzo tenía tu perfume… lo respiré, pero no, no eras tú…

Cerré los ojos mientras sentía tu cabello, esa noche hacía un frío especial, a lo lejos de la colina donde estábamos acostados veía las luces de la ciudad con ese tono amarillo melancólico y contagioso, el árbol donde estábamos recargados fue el único testigo de cómo cambiaron las cosas aquella vez.
-¿Crees que el cordero se haya comido la rosa?- Me preguntaste mientras veías las estrellas, yo abrí los ojos y no dije nada, esperando que la flor siguiera ahí…
-Piensa en algo que nunca hayas hecho…- te dije –en lo que más te gustaría hacer…-
Tengo fotografiado tu rostro en mi memoria, recuerdo cómo pensabas tu respuesta mientras seguías mirando al cielo…
-Volar…- me dijiste, y otra vez, no supe qué decir, volteé al cielo y sonreí contigo…

Del dibujo pasó a ser realidad… cuidadosamente acomodé cada pieza en su lugar, como un rompecabezas, puse hasta abajo un lugar para ti.

Y por un momento pensé sentir que te perdía… se desvanecían las miradas, se sentían más lentos los latidos, ya no escuchaba tu música, ya no sentía tu piel… a veces la vida te golpea tan fuerte que no necesitas más que pocos segundos para entender… y aprender que una pérdida es definitiva, que no nos estábamos alejando, sino que nos estábamos adaptando, acercándonos diferente, que cuando no sentía tu mirada era porque me veías a escondidas, que si no sentía tus latidos era porque latías más lento, viviendo de a poco cada momento, que si no escuchaba tu música fue porque era tu voz con la que me hablabas, y que si no sentía tu piel… pues solamente estaba equivocado, la sentí más fuerte que nunca…

Y mientras caminaba hacia el centro del puente seguía pensando en lo definitivo, en lo aberrante que es sentir, en lo rotundo de tu partida… el río debajo del suelo en donde estaba parado se escuchaba fuerte… otra vez las luces de la ciudad, otra vez ese frío especial… Y recordaba esa última noche que caminamos juntos, la última vez que me tomaste de la mano, esa tal vez sí la cambiaría… Ya estaba justo en el centro, al borde del puente y volteé a ver la corriente debajo de mí, en mi mano izquierda llevaba aquello que te construí, empezaba a romperme por dentro y volvía a recordar todo, como una película que no dejaba de reproducir, una y otra vez te veía caminar, como en cámara lenta, todavía sonriendo, todavía con brillo en tus ojos… el viento en mi rostro me regresaba a la realidad sólo por unos segundos, estaba inmóvil mirando al vacío, mis ojos ya no dejaban de gritar, absolutamente todo fue silencio en ese momento… en mi mente lo revivía, vi cómo detrás de ti las luces deslumbraron, te tomé muy fuerte de los brazos pero mi fuerza no fue suficiente, mi impotencia tampoco, vi en tus ojos cómo me decías adiós, el impulso te arrancó de mi manos y después de un golpe seco, escuché por último el rozar de las llantas contra el áspero suelo…

Me arrodillé, en mi mano derecha llevaba la pequeña caja en donde estabas tú, la abrí y tomé un poco del polvo en el que te convertiste, lo puse en el lugar que hice para ti, en un compartimento justo debajo del fuego, veía cristalina la luz que el globo de cantoya reflejaba, me costó unos momentos dejarlo ir… mis manos temblaban cuando al fin te solté, me desplomé en ese instante… te veía irte para siempre en medio de las estrellas y pensé lo feliz que tú estarías porque te convertías en una de ellas…

Así fue como vi terminar la historia, haciéndose pequeña, perdiéndose en el cielo, congelándose de frío… al final te vi feliz, en medio de un puente, en medio un adiós, te vi feliz, porque casi podía escuchar tu risa, casi pude tocar tus manos, casi pude sentir tu emoción, después de todo, se trata de lograr lo que nadie ha logrado, lo que ningún otro hizo por nadie, y lo que debí realizar para sentirnos completos...

Ésta fue la historia... de cómo me hiciste volar…

domingo, 14 de junio de 2015

Utopía

No sé cómo llegó ella a mi vida, ni siquiera sé cómo llegué yo aquí, abrí los ojos y ella me miraba directo a la pupila, su rostro junto al mío es mi primer recuerdo. Nos encontrábamos sin ropa, la arena de la playa no es tan romántica cuando levantas tu rostro lleno de ésta, la tranquilidad en el mar nos contagiaba de un sentimiento igual, como si ella hubiera estado en mi cabeza desde siempre, como si yo hubiera estado en la de ella… así es como conocí a Lía…

Me levanté y preguntó -¿Hasta dónde llega tu imaginación? -Hasta esta playa- le respondí, sin saber realmente por qué, ella sonrió y después corrió, se desvaneció en la brisa de las olas, por supuesto, la seguí.

A veces me pasaba que no recordaba su rostro hasta volver a verla, con el tiempo lo único que veía era su cara, también sus manos, su cuello, esa parte detrás de las orejas, incluso podía ver su aroma, su aura, su alma… pero no fue hasta que me besó que pude verla por completo, así es como conocí realmente a Lía…

La primera vez que desapareció, sentí como si yo dejara de existir también, podía ver mis manos desvanecerse, la opacidad de mi cuerpo disminuía poco a poco, podía mirar a través de mi piel, y pude ver a través de mi corazón casi transparente, ahí estaba ella, ya había olvidado su rostro casi por completo, tuve que escarbar profundo en mí, entender las cosas que no me explico, explicarme que se puede aspirar a lo imposible, y finalmente entender que hay que escribir poemas con cuidado… pueden hacerse realidad…

Y entonces regresó, volvió la frescura en las mañanas, la suavidad de sus sábanas, el olor a café, el tarareo matutino de su delgada voz. Desde ese momento lo convertí todo en una utopía, las llamadas, las cenas, las caminatas, incluso los problemas… Lía y yo éramos perfectos… no perfectos como en las películas, sino perfectos de verdad, una perfección más allá de nuestra imaginación.

-Tómame- me dijo, mientras mi palpitar se sentía junto al suyo, nuestros pechos unidos me hacían sentir como si fuéramos uno mismo, mi mente se sumergía en imágenes que no podía distinguir y ella terminaba de quitar el último botón, entonces la punta de su lengua subía por mi cuello y hasta mi oreja, pero yo empezaba a no sentir nada, y cada vez que ella se llevaba una prenda más, la jaqueca aumentaba, sin embargo, estábamos más cerca que nunca. Hace varios minutos que nos habíamos quedado sin ropa, como cuando conocí a Lía, el roce de nuestros cuerpos se sentía más suave cada vez, yo ya casi no abría los ojos, su rostro junto al mío es mi último recuerdo, escuchaba sus gemidos más y más lejanos, aunque la sentía fundirse conmigo como nunca había pasado, todo se agitaba, y como siempre, éramos perfectos, porque éramos juntos, éramos uno solo y más que nunca, nos complementábamos… cuando volví a abrir los ojos ella ya no estaba, la segunda vez que desapareció se llevó todo de mí, cuando me vi a mí mismo, yo también estaba desapareciendo… así es como conocí por completo a Lía.

Al final nunca supe si Lía fue un invento de mi mente o si yo fui parte de su imaginación, tal vez ocurrieron las dos cosas… lo que sé es que nunca existimos, éramos una figura imaginaria, el uno del otro, pero al menos nosotros tuvimos eso que no ocurre, por un pequeño momento en la eternidad, fuimos perfectos, fuimos un poema que se hizo realidad, fuimos imaginación, fuimos utopía…