No sé cómo llegó ella a mi vida, ni siquiera sé cómo llegué yo aquí, abrí los ojos y ella me miraba directo a la pupila, su rostro junto al mío es mi primer recuerdo. Nos encontrábamos sin ropa, la arena de la playa no es tan romántica cuando levantas tu rostro lleno de ésta, la tranquilidad en el mar nos contagiaba de un sentimiento igual, como si ella hubiera estado en mi cabeza desde siempre, como si yo hubiera estado en la de ella… así es como conocí a Lía…
Me levanté y preguntó -¿Hasta dónde llega tu imaginación? -Hasta esta playa- le respondí, sin saber realmente por qué, ella sonrió y después corrió, se desvaneció en la brisa de las olas, por supuesto, la seguí.
A veces me pasaba que no recordaba su rostro hasta volver a verla, con el tiempo lo único que veía era su cara, también sus manos, su cuello, esa parte detrás de las orejas, incluso podía ver su aroma, su aura, su alma… pero no fue hasta que me besó que pude verla por completo, así es como conocí realmente a Lía…
La primera vez que desapareció, sentí como si yo dejara de existir también, podía ver mis manos desvanecerse, la opacidad de mi cuerpo disminuía poco a poco, podía mirar a través de mi piel, y pude ver a través de mi corazón casi transparente, ahí estaba ella, ya había olvidado su rostro casi por completo, tuve que escarbar profundo en mí, entender las cosas que no me explico, explicarme que se puede aspirar a lo imposible, y finalmente entender que hay que escribir poemas con cuidado… pueden hacerse realidad…
Y entonces regresó, volvió la frescura en las mañanas, la suavidad de sus sábanas, el olor a café, el tarareo matutino de su delgada voz. Desde ese momento lo convertí todo en una utopía, las llamadas, las cenas, las caminatas, incluso los problemas… Lía y yo éramos perfectos… no perfectos como en las películas, sino perfectos de verdad, una perfección más allá de nuestra imaginación.
-Tómame- me dijo, mientras mi palpitar se sentía junto al suyo, nuestros pechos unidos me hacían sentir como si fuéramos uno mismo, mi mente se sumergía en imágenes que no podía distinguir y ella terminaba de quitar el último botón, entonces la punta de su lengua subía por mi cuello y hasta mi oreja, pero yo empezaba a no sentir nada, y cada vez que ella se llevaba una prenda más, la jaqueca aumentaba, sin embargo, estábamos más cerca que nunca. Hace varios minutos que nos habíamos quedado sin ropa, como cuando conocí a Lía, el roce de nuestros cuerpos se sentía más suave cada vez, yo ya casi no abría los ojos, su rostro junto al mío es mi último recuerdo, escuchaba sus gemidos más y más lejanos, aunque la sentía fundirse conmigo como nunca había pasado, todo se agitaba, y como siempre, éramos perfectos, porque éramos juntos, éramos uno solo y más que nunca, nos complementábamos… cuando volví a abrir los ojos ella ya no estaba, la segunda vez que desapareció se llevó todo de mí, cuando me vi a mí mismo, yo también estaba desapareciendo… así es como conocí por completo a Lía.
Al final nunca supe si Lía fue un invento de mi mente o si yo fui parte de su imaginación, tal vez ocurrieron las dos cosas… lo que sé es que nunca existimos, éramos una figura imaginaria, el uno del otro, pero al menos nosotros tuvimos eso que no ocurre, por un pequeño momento en la eternidad, fuimos perfectos, fuimos un poema que se hizo realidad, fuimos imaginación, fuimos utopía…