Gabriel acariciaba suavemente el rostro de Julieta, sus cuerpos bailaban de cerca al ritmo de la lenta música de fondo, el vestido rojo de ella se deslizaba por el suelo mientras que la fuerza de un último acorde los detuvo, un pequeño silencio y la discreta corriente de viento moviendo el cabello dorado de la bella mujer, las profundas miradas se congelaron algunos segundos, la sonrisa del caballero enamorándola. Gabriel se alejó un poco de ella y con una seña ordenó al violinista del lujoso restaurante, el cual ya estaba vació, que se alejara. La velada acababa y Gabriel invitó a Julieta a su hogar a tomar una copa de vino, por supuesto, ella aceptó.
Entraron a la casa, muy bonita y grande, con alfombras en el suelo, pinturas en las paredes y adornos de oro por doquier, típicos de su época, hace tan sólo unos siglos que esta historia ocurrió. En el último cuarto había un piano de color negro profundo como la noche y brillante como la luna, ahí fue donde entraron, se sentaron en la sala y Gabriel le sirvió vino a Julieta en una copa de cristal muy fino, él también se sirvió una, comenzaron a platicar y la noche seguía su camino, pasaron tres o cuatro horas y la elegancia y caballerosidad del hombre enamoraban cada vez más a aquella dama, el coqueteo no se hizo esperar, Julieta subía un poco su vestido para dejar ver sus talones, discretamente acariciaba los dedos de Gabriel, quien se dio cuenta rápidamente, entonces se levantó y estiró su mano hacía la bella mujer de rojo, ella se la dio también y dejó llevarse por el momento, el caballero la llevó al piano, se sentaron para que el hombre le tocara una melodía, entonces, comenzó con un melancólico do menor, y las notas nacían de aquellas cuerdas, deleitando los oídos de Julieta, quien solamente cerró los ojos, la dulce música armonizando todo el lugar y los dos disfrutando, la preciosa dama sólo se dejaba acariciar por los sonidos que rozaban sus oídos, Gabriel movía suavemente sus manos creando la melodía más hermosa que una mujer pudo escuchar alguna vez, mientras, la música seguía y cada vez había sonidos más estruendosos, Gabriel empezaba a sentir excitación, Julieta se comenzó a poner un poco pálida, se sentía extraña, y las teclas seguían presionándose, la melodía era más fuerte, los ojos cerrados de la bella mujer ya no se abrían, se notaba que le faltaba la respiración, mientras los dedos del hombre se volvían más rápidos y fuertes, él ni siquiera la volteaba a ver, de repente una extraña energía roja empezó a salir del cuerpo de Julieta que luchaba por respirar, parecía humo que emitía un resplandor, la faz de Gabriel dibujaba una sonrisa que transmitía un placer indescriptible mientras seguía tocando su piano en la callada noche, extrañamente de las teclas del instrumento salía energía también, esta vez era azul y llegaba hasta los dedos del pianista como si lo estuviera alimentando, así él seguía sintiendo esa excitación por unos minutos hasta que Julieta cayó muerta en el momento en el que Gabriel terminó la melodía, pasaron unos segundos y delicadamente, el hombre levantó en brazos el cuerpo pálido y sin vida de quién enamoró perdidamente, se dirigió a un extenso jardín que se encontraba detrás de la casa y bajo la luz de la luna, Julieta fue enterrada para pasar la eternidad escondida en la tierra de ese lugar.
Minutos después, Gabriel subió al segundo piso de la casa, llegó a un pasillo y caminó al final de él, abrió la puerta de uno de los cuartos y entró, la oscuridad no dejaba ver mucho, pero ya conocía el camino, se topó con una cama, en ella, un niño dormido, nueve años aproximadamente, muy parecido a quién lo miraba, se llamaba Carlos, Gabriel se acercó a él y le dio un beso en la frente, cuando lo hizo, de su boca salió una vez más esa energía con forma de humo resplandeciente de color azul, está vez solamente acarició el rostro del pequeño, hecho esto, salió de la habitación y por varias horas caminaba solo por la casa, muchos recuerdos invadían su mente, una mujer gritando, un bebé arrullado, mucho humo, una lágrima caer… y Gabriel no podía más, las visiones lo atormentaban y no lo dejaban dormir hasta que el sol se asomaba por una de las ventanas de la casa.
Y así era cada noche, el elegante caballero vivía enamorando bellas mujeres, era fácil para él, después de una lujosa cena y una poética danza, Gabriel invitaba a su víctima a beber una copa del más delicioso vino, entre sonrisas y caricias, las mujeres caían rendidas, perdidamente enamoradas, los impulsos las llevaban al coqueteo, esa era la señal, y entonces, pasaban al piano, ese hermoso piano que cada noche robaba la vida de una de ellas, para después, terminar bajo tierra junto con todas las demás. La rutina seguía, como cada noche, con el beso en la frente de aquel niño que reposaba eternamente en el último cuarto de la casa, el más oscuro, para después dar lugar a los tormentosos recuerdos que invadían la mente de Gabriel, cada noche eran diferentes, pero siempre se referían a lo mismo, siempre lo torturaban, hasta que el primer rayo de sol se asomaba por la ventana principal de la casa y Gabriel caía dormido en la sala, junto al piano.
Un once de diciembre, era una noche oscura y tormentosa, Gabriel conoció a Andrea, una mujer bellísima vestida de azul, era de cabello largo, ondulado y negro, una piel blanca como el mayor resplandor de cualquier estrella, con pequeñas pecas sobre su rostro color durazno, unos ojos café claro, grandes y deslumbrantes, con labios pequeños y rojos, como las rosas que el invierno había cubierto de nieve, la sonrisa más hermosa que algún hombre ha podido ver, un delicioso y delgado cuello con olor a dulce y unas delicadas y suaves manos que sostenían con ternura las de Gabriel mientras bailaban con el canto de un violín de fondo, pero tan asombrosa belleza no le impresionaba, después de tanto, ya estaba acostumbrado.
El baile terminó y la invitación se suscitó, los dos salieron del restaurante camino a tomar la copa de vino, pero esa noche no paraba de llover, un potente trueno se escuchaba muy cerca y la fuerza del viento era tal que las gotas de agua golpeaban agresivamente sus rostros, los dos corrían camino a la carroza que los esperaba, dos enormes caballos blancos atados a ella que se encontraban un poco nerviosos y un viejo hombre que la conducía, pero a la mitad del camino, sin razón alguna, Andrea comenzó a reír, Gabriel no hizo más que detenerse sin saber la razón de la reacción de aquella dama, él, insensible como siempre, pero debía fingir, así que con una sonrisa preguntó a Andrea qué pasaba.
-Nada- respondió ella –Es sólo que me encanta la lluvia-
-Pero debemos irnos, vas a enfermar-
-¡No importa! ¡Disfruta el momento!-
Y al decir eso, un fuerte rayo hizo retumbar el lugar, asustando a Andrea que abrazó a Gabriel, ellas seguía riendo mientras a él le extrañaba la actitud de su acompañante, entonces caminaron a la carroza y partieron del lugar.
Ya en la casa del anfitrión, el vino fue servido en las mismas copas de cada noche, ese cristal tan fino que hace años no se rompía, el cabello mojado de Andrea la hacía lucir preciosa y al mismo tiempo inocente, esa inocencia con la que miraba al hombre del que después de unas horas se empezaba a enamorar, y como siempre, Gabriel fue un caballero con la señorita, además seductor por naturaleza, pero siempre respetándola, las horas pasaban y la sonrisa de Andrea no dejaba de brillar, fue una noche extraña ya que la señorita no intentaba coquetear, aunque de vez en cuando tomaba la mano de Gabriel o lo abrazaba un poco, no era como las veces anteriores, y el experimentado pianista no sabía qué hacer, ¿Romper con la rutina? Pero si así ha sido por años… solamente decidió esperar a que ella cayera como todas las demás y sus impulsos fueran más fuertes que su razón, pero así transcurrieron las horas, Andrea se encontraba feliz, toda la noche había bromeado con Gabriel, toda la noche enamorándose en secreto, él, fingiendo aún, estaba desesperado porque el amanecer se acercaba y no había logrado su objetivo, y por fin decidió romper la rutina, se levantó y estiró su mano a la hermosa dama, ella le respondió y caminaban hacia el piano al final de la habitación, pero antes de llegar, justo en el momento en que Gabriel le dijo que tocaría una melodía sólo para ella, Andrea lo tomó de la cara y delicadamente lo volteó, acercando sus labios hasta darle un beso, el hombre pudo sentir la sinceridad con la que ella lo besó, los ojos de la dama se abrieron, transmitía a través de ellos todo el amor que había contenido a lo largo de la noche, Gabriel sintió esa emoción que hace casi una década no sentía, su mente estaba confusa, ni siquiera podía reconocer a ciencia cierta lo que le pasaba, Andrea lanzó una sonrisa coqueta, se sentó en el taburete del piano y le dijo:
-Y entonces, ¿Vas a tocas para mí?-
Gabriel asintió con la cabeza aunque en realidad no sabía qué hacer, después de tantas mujeres y de un rápido análisis en su cabeza, aunque no lo quería aceptar, se dio cuenta de que Andrea lo enamoró, ese dulce beso lo hizo revivir. Gabriel se sentó junto a la bella mujer, puso los dedos en el piano, acomodó ese melancólico do menor de todas las noches, pero no se atrevió, sus dedos no respondían, su respiración se contenía, mientras, Andrea esperaba, ella comenzó a notarlo extraño.
-¿Te pasa algo?- Preguntó.
-No, nada, es solo que… no recuerdo la melodía-
Y el pretexto le sirvió para pensar unos momentos más, sabía que tenía que hacerlo, pero algo en su ser no quería, por su mente comenzaron a llegar los recuerdos que cada noche lo atormentaban, un fuerte dolor de cabeza lo lastimaba mientras se aparecían las visiones, entonces, después de algunos segundos de luchar contra sí mismo, de su boca salió un desgarrador suspiro, y así fue como presionó las teclas y fue más hermoso que nunca, inmediatamente Andrea sintió la fuerza de la música, transportándola a un mundo de transe, de placer, de excitación igual que a Gabriel, los dos se deleitaban y sentían el mayor placer de toda su vida, la velocidad subía y el volumen también, entonces la blanca piel de la dama comenzó a quedarse sin el rubor característico de toda la noche, al mismo tiempo que comenzó a luchar por su respiración, mientras, el piano seguía sonando y la luz del sol ya se comenzaba a ver por la ventana de la habitación, las notas eran dueños de los dos, se volvieron esclavos de la melodía, Andrea comenzó a radiar energía blanca de su cuerpo, un color que nunca había visto Gabriel, fue tan extraño que por primera vez había dejado de mirar el piano mientras tocaba por verla a ella, y a mitad de la melodía, cuando el dulce cuerpo de la bella dama comenzaba a desvanecerse, una tierna voz al pie de la escalera los interrumpió:
-¿Qué haces papá?-
Y estas palabras detuvieron como por magia a Gabriel, el piano dejó de sonar y Andrea cayó al suelo aún consciente.
-¿Qué haces aquí?- preguntó el pianista a Carlos mientras se apresuraba para llegar con él, quien se encontraba parado al término de la escalera, se veía débil y pálido.
-No sé, creo que la música me despertó-
Andrea no entendía lo que pasaba y se levantó con un miedo intenso que recorría toda su piel, al ver la apariencia del niño salió corriendo de la casa, Gabriel no pudo más que gritar su nombre mientras se alejaba, pero ella no hizo caso. El caballero volteó a ver a su hijo con gran extrañeza, la segunda noche más rara de mi vida, pensó, y Carlos interrumpió su pensamiento.
-¿Quién era ella?-
Gabriel se quedó pensando por un momento, llegó el día en que tendrá que decir la verdad.
-Se llama Andrea-
-Y ¿Qué hacía aquí?-
Un pequeño silencio se apoderó del lugar.
-¿Recuerdas cuando me preguntaste por tu madre?- Preguntó Gabriel.
-Sí-
-Y ¿Recuerdas que te dije que pasó?-
-Dijiste que murió cuando yo nací por un problema en el corazón-
-Sí… la verdad Carlos es que ella murió de otra forma… algunos años antes de que tú nacieras, ella era una importante pianista del teatro principal de la ciudad, su composición más hermosa fue esa melodía que tú escuchas todas las noches, yo la conocí cuando escribió la nota final, era una mujer hermosa, nunca más he conocido a alguien que siquiera se acerque a su belleza, desde el primer momento me enamoró, y cuando me miró, lo supo también, comenzamos a salir, fue cuando se embarazó de ti, a toda la gente le gustaba mucho su música e iban a verla tocar, con su arte ella enamoraba a los de corazón roto, hacía sonreír a los derrotados, hacía llorar a los insensibles, hacía feliz a todo aquel que la escuchara, pero tu madre se obsesionó tanto con la música que se quedaba día y noche en el teatro a tocarla, se fusionó con su melodía, se volvieron uno mismo, la obsesión la obligó a dejar a todos de lado, por consiguiente, todos la olvidaron… menos yo, siempre estaba ahí con ella, llegué a odiar ese piano, el mismo que tienes frente a ti-
Carlos no decía nada, silencio en su boca pero un torbellino en su mente, sus ojos comenzaban a verse llorosos.
-Los días pasaban y pedía a algunos mozos que llevaran de comer a tu madre mientras yo salía a arreglar negocios, de repente un día, uno de ellos desapareció, ella dijo que no sabía la razón, que no lo vio marcharse, yo como un enamorado total, fui ingenuo y le creí, pero una semana después desapareció uno más, y cinco días después, otro… lo recuerdo tan bien, así comenzaron a desaparecer cada uno de ellos, cada vez más seguido, noche tras noche, hasta que un día, el último valiente entre mis servidores fue a llevarle el alimento, decidí esconderme para saber porqué desaparecían, el mozo llegó al teatro y se acercó a tu madre, ella fue muy amable con él, empezaron a conversar, así fue por algunos minutos, el hombre en verdad se veía contento con ella, entre palabras y sonrisas, se sentaron en el piano, yo no alcanzaba a escuchar lo que decían pero supuse que tu madre le propuso tocarle una canción al mozo y él aceptó, ya que ella puso las manos sobre el piano y comenzó a crear su magia, el lugar retumbaba con la acústica que lo envolvía, los tres ahí soñábamos despiertos, entre tanto deleite, algo extraño ocurrió, el cuerpo del hombre comenzó a irradiar energía, salía de todos los poros de su cuerpo, el miedo me invadió, no supe que hacer, al terminar la melodía, él cayó muerto-
-¿Muerto?, ¿Qué le hizo mi mamá?-
-Después de tanto, ella se fusionó con su instrumento, eran uno mismo, y para vivir necesitaba de él, con su melodía robaba la vida de los hombres que escuchaban su música, fue como un hechizo que con el tiempo la atrapó y nunca más la soltó, tan sólo dos días después, tú naciste, esa noche y una anterior, tu madre sufría, sus gritos retumbaban en mis oídos, solo yo estaba con ella, en el momento de la agonía me suplicaba conservar el piano, la mañana siguiente ella murió al no poder robarle la vida a nadie, no soportó dos noches sin su instrumento y la vida que le regalaba. En la sangre llevas el espíritu de tu madre y la maldición heredada, por eso cada noche traigo a casa a una nueva víctima y realizo el ritual, les robo la vida para después regalártela con un beso-
Carlos, entre pensamientos confusos y su inocencia, logró comprender la historia, no sabía cómo sentirse, el miedo empezaba a invadirlo, Gabriel lo notó, pero siguió explicando.
-Tú tienes en tu ser, en tu espíritu, la herencia de tu madre, eso significa también su habilidad para tocar su instrumento, el día en que ese piano no cante su melodía, tú morirás-
El pálido niño seguía escuchando sin decir nada, cada palabra penetraba en su mente, cada pensamiento era más complejo.
-Andrea era la víctima de hoy, le he robado media vida, pero no será suficiente, ahora debo encontrarla, no puedo dejarla con la mitad de su ser ya que no soportará, morirá en vano…-
Gabriel se acercó a su hijo y lo besó en la frente, humo azul, muy poco humo azul salió de su boca rodeando la cara de Carlos.
-Y media vida te he dado en este momento, eso hará que te recuperes por algún tiempo, pero necesito encontrarla, ahora la otra mitad es vital… sin ella, tú morirás-
Carlos, aún débil, miraba a su padre con ternura, Gabriel se alejó y se puso un saco, le ordenó al niño que fuera a dormir a su cuarto, prometiéndole que todo estaría bien y se marchó del lugar.
Afuera ya había amanecido, pero el sol de pronto fue cubierto por grises nubes que no volaban muy alto, en ese día sombrío, Gabriel recorrió todo el pueblo buscando a Andrea, tratando de encontrar a esa bella mujer que logró lo que en años nadie había podido, en una noche, en un beso, lo enamoró. Y recorrió cada rincón que encontró, las horas pasaban y el día se nublaba, las densas nubes se volvían cada vez más oscuras, después de unas horas, un trueno desató la lluvia que dejaría las calles del pueblo desiertas, no había nadie más que él, y caminó tanto bajo el agua que se encontraba empapado. Gabriel comenzaba a fatigarse, pero no se daba por vencido, y un poco desgastado, pasaba por el frente del último restaurante al que fue, se encontraba en una calle larga y mojada, al final de ella, el cansado hombre vio una mujer con el vestido azul de Andrea, sus ojos no la distinguían bien por tanta lluvia pero sabía que era ella, gritó su nombre pero en cuanto la dama lo escuchó, echó a correr, aún el pavor la invadía, Gabriel trataba de alcanzarla pero las gotas que nublaban su vista y el empedrado de las coloniales calles se lo dificultaban, después de correr algunos metros, Andrea comenzó a bajar el ritmo, no se sentía muy bien, la respiración le comenzó a faltar, ella corría y sus pies tropezaban hasta que cayó por el cansancio, Gabriel la alcanzó, ella no lo volteaba a ver, el hombre la llamó muy débilmente por su nombre pero no contestó, se hincó para poder hablar con ella pero al ver su rostro, su expresión cambió completamente, esa bella mujer que conoció una noche anterior ya no existía, su hermosa piel se veía sin color, el brillo de sus ojos se había ido, en su faz se podía sentir el dolor y sufrimiento por el que estaba pasando, parecía como si le hubieran quitado media vida… Gabriel nunca se había sentido tan culpable, experimentó un dolor en el estómago y se contuvo de soltar la lágrima que pedía salir para tomar valor y hablar con ella.
-Andrea, se que estás sufriendo, pero escúchame-
El caballero trató de tomar su mano, pero ella con miedo y las pocas fuerzas que tenía se alejó de él. Pasaron varios minutos mientras Gabriel intentaba explicar a Andrea la situación, él habló todo el tiempo sin recibir una respuesta de la mujer, sin embargo ella escuchaba, y por alguna extraña razón, con el paso de sus palabras, ya no sintió la necesidad de correr y alejarse de él. Gabriel le explicó el porqué de su situación, diciéndole que su hijo moriría sin su ayuda, y que además, ella también moriría, pero la débil mujer aún no contestaba, el hombre se empezó a desanimar, seguía insistiendo pero ella no decía nada. Pasaron horas y la noche se hacía llegar, Andrea se ponía cada vez peor pero no hacía caso a las insistencias del desesperado hombre, haciéndose presente la llegada de la luna, Gabriel se rindió, sabía que Andrea estaba muy débil y podría llevarla con facilidad, pero el sentimiento que ella logró penetrar en él le impedían hacerlo, con la luz de noche sobre ellos y con la cabeza gacha, el caballero se paró y dio la media vuelta, resignado comenzó a caminar bajo la lluvia todavía presente.
-Siempre soñé con morir de una manera digna, creo que no tendré nunca una mejor oportunidad que ser sacrificada para regalarle mi vida a un niño-
Al escuchar esto, Gabriel volteó extrañado, Andrea trato de levantarse con las pocas fuerzas que le quedaban, pero volvió a caer, el caballero la ayudó a parar.
No tardaron mucho en llegar a la casa, Andrea ya se encontraba un poco peor pero insistía en ser rápidos para ayudar a Carlos, entraron al cuarto en donde estaba el piano, se llevaron una sorpresa al encontrar al niño en la sala, luchando por respirar, su piel estaba cortada y pálida, su cuerpo sin fuerzas, se podía notar que había llorado, Gabriel se desgarró al ver esto, corrió hacia él y trató de hablarle en seguida, la debilidad de su cuerpo ya no le permitía contestar, el padre lo abrazó más fuerte que nunca, al hacer esto, llegaron nuevamente recuerdo a él, su esposa gritando y su hijo naciendo, el piano en el teatro y el rostro de su amada sufriendo, los mismos de todas las noches, Gabriel no podía más, le gritaba a su hijo desesperado, no quería perder al único que le quedaba de la misma forma que a quien alguna vez amó. Andrea pudo notar el aspecto de Carlos, sin saber qué hacer ni qué pensar por un momento, el dolor se transmitía, ella sufría con ellos, pero al voltear, vio el piano, rápidamente y con las pocas fuerzas que tenía corrió hacia Gabriel y le dijo que era el momento, ese niño no debía morir, y entonces Carlos fue cargado en brazos de su padre y recostado sobre el instrumento, el caballero y la dama se sentaron y los dedos del hombre acomodaron un melancólico do menor, el primer acorde se escuchó con fuerza y se sintió en los cuerpos de Carlos y Andrea, la vida de la mujer comenzó a salir de su cuerpo de color blanco, se fusionaba con el piano, arriba de él, el niño era cubierto por ella como si fuera neblina, Gabriel tocaba y sentía dentro de él el sufrimiento de su hijo, su rostro transmitía el coraje con el que interpretaba la melodía, de su ojo salió una lágrima que resbaló por su mejilla, la dama comenzó a luchar desesperadamente por su respiración, en el niño no se veía mejoría, y la mujer se desvanecía, poco a poco se iba de este mundo, y a la mitad de la melodía, su último respiro la dejó ver como Carlos abrió los ojos mirándola profundamente por un segundo, como si le agradeciera, la mujer sonrió por última vez y cayó muerta. Gabriel pudo ver a su hijo al fin con fuerzas para moverse, el niño recuperó un poco el color de su piel, pero aun seguía muy débil y la vida de la mujer se había acabado, el pianista no lo podía creer, pasaba por segunda vez, seguía tocando mientras recordaba la tormentosa noche en que su amada murió, la impotencia lo mataba y las teclas del piano se apretaban más y más fuerte, Gabriel se desgarraba en ese momento como si se desquitara con el mundo, y la melodía se tornó completamente estruendosa, los finos dedos ahora golpeaban el instrumento como reclamándole, y todo el coraje lo invadía, seguía tocando y de su boca salió un grito, gritaba por la vida de su hijo, por la vida de él a toda costa, fue el momento en el que la magia de la maldición sabía que Gabriel se estaba sacrificando, de su cuerpo salió expulsada tanta energía que el lugar se llenó de luz, no había más que el amor de un padre ahí, en un segundo todo ese resplandor entró al cuerpo de Carlos y Gabriel cayó al suelo. Carlos se recuperó en ese momento, pero no sabía qué hacer, vio a su padre muerto enfrente de él, rápidamente bajó del piano y corrió hacia él, se hincó en el suelo y lloró en su pecho, le gritaba desesperado pero su padre ya no respondía.
Al día siguiente, Carlos descubrió los cuerpos de todas las mujeres que le habían dado vida el enterrar el de su padre y el de Andrea en el jardín trasero de la casa, se daba cuenta de todo… Salió de su casa muy melancólico, el día aun era nublado, hasta el sol parecía estar de luto, se sentó a esperar la noche en un árbol deshojado que se encontraba fuera de su hogar, entonces una bella mujer pasó y extrañada le preguntó:
-¿Por qué estás aquí solo?, en un momento lloverá, mejor entra a tu casa-
Carlos la miró un instante, justo en ese momento en sus pensamientos escuchó: “El día en que ese piano no cante su melodía, tú morirás…”, se quedó pensativo unos segundos y le dijo a la mujer:
-Sí, gracias, ya voy a entrar… por cierto, tengo un piano ahí adentro, ¿Quiere escucharme tocar?-
La mujer creyó este acto muy tierno y aceptó, entraron a la casa, se sentaron en el piano y Carlos comenzó a tocar con un melancólico do menor.