domingo, 31 de marzo de 2013

El muchacho de la calle Merrion Square


Siempre fue muy escéptico con muchas cosas, era más bien una extraña combinación entre un muchacho soñador y un hombre de razón, él había encontrado el equilibrio, o por lo menos eso creía, pero si algo tenemos los seres humanos es que necesitamos creer en cualquier cosa que nos dé esperanza de que existe algo más que lo que nuestros ojos pueden ver.

Por sus piernas y hasta sus ojos subió una extraña pero inspiradora magia, cuando llegó al lugar no pudo más que besar el suelo del hogar del que su gran ídolo, ese literato al que tanto admiraba, salía cada mañana para el día a día, sintió ganas de llorar, la emoción llenaba su ser de una manera totalmente nueva.

Era la Merrion Square North en Dublín, y al final de la calle, justo en la esquina, ese lugar tan lleno de historia, estaba la casa donde Oscar Wilde vivió hasta sus 21 años, y de repente toda la piel se le enchinó, viendo de frente la majestuosa y blanca morada, dando lugar a un gran suspiro.

Llegó como por casualidad, era lo que menos esperaba, pero si en algo siempre ha creído es en el destino, toda su vida ha estado en los lugares en donde debe estar, y en ese momento, justo en ese frío instante, no debía estar en otro lado más que ahí.

Se sentó en las escaleras, posó su hombro sobre el barandal, cerró los ojos… se sentía lleno de alegría, igual que el príncipe feliz, lleno de juventud, justo como Dorian Gray, tan apasionado como el ruiseñor que lo hace todo por amor y tan enamorado como el enano frente a la infanta, y con una sonrisa dibujada en su rostro, no hacía más que agradecer al destino.

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