Las burbujas salieron del aro, con la libertad con la que el viento sopla, con la belleza de la naturaleza, con la energía de un niño, y todas ellas reían, eran felices. El infante comenzó a reventarlas, un dedo en una, un manotazo en otra, y así fueron desapareciendo mientras él reía, había una burbuja rezagada al final, esperando su turno para ser reventada, veía cómo las otras hacían feliz a ese pequeño, ella quería ser parte también, pero pasó un instante y el niño sopló otra vez el jabón, se olvidó de ella y comenzó a reventar a las nuevas compañeras.
La burbuja sólo lo vio, después se apartó… y con la tristeza como su guía, emprendió a vagar sin rumbo. Vio entonces a un pequeño, estaba llorando sentado en una caja de arena en el parque, se acercó con cuidado y pensó que era su oportunidad para cumplir su misión, estaba justo a su lado pero el niño tapaba su cara con las manos y no la veía, un dulce voz femenina le habló con ternura, él levantó el rostro y con gran ilusión vio a su madre que le llevaba su juego de video favorito, sonrió y se fue corriendo.
La melancólica burbuja siguió su camino, ya ni siquiera le importaba a dónde iba, sólo dejaba que el viento la llevara, en su mente empezó a anhelar chocar contra la espina de una rosa o que algún pajarillo distraído en su vuelo la reventara, y fue entonces que se percató de la presencia de una niña en el columpio azul del fondo del parque, sus pequeños ojos transmitían inocencia y soledad, y sus labios curvilíneos se inclinaban hacia abajo, al igual que su mirada. La burbuja, con un poco de esperanza, se acercó, y como si la pequeña sintiera su presencia, levantó los ojos y la miró, y fue como si en su delgada estructura de jabón corriera sangre caliente, se emocionó, pero un instante después llegó otro niño y acercó su puño cerrado, la burbuja perdió la atención de la niña, y al abrir la mano su pequeño amigo, reveló una hermosa mariposa de alas violeta tendida sin vida sobre su palma, la niña comenzó a reír y veía con gusto al infante, y como si la burbuja tuviera corazón, sintió que algo se rompía dentro de ella, no podía creer que la desgracia natural causara ese efecto en ella, en ese momento deseó no haber sido creada en un mundo donde los humanos son tan inhumanos, y se apartó del lugar.
El día era soleado, pero ella veía todo gris, pasaba entre los niños y los veía divertirse con banalidades, entre todos ellos había uno que jugaba cerca del lago, su ropa era simple y su redondo rostro estaba lleno de lodo, sus zapatos estaban casi rotos y su cabello negro, empapado por el agua con la que se divertía. A alguien así ella quería encontrar para hacer feliz, alguien que apreciara la belleza de la naturaleza, las grandes maravillas simples que nos ofrece el mundo, pero él no, él ya era feliz.
Y sin poder encontrar al niño que le ayudaría a cumplir su misión, bajó la mirada y ahí la vio, la espina en el tallo de la rosa con la que terminaría todo, decidida, la burbuja se dirigió hacia la punta de la púa, en su interior pensaba que era lo mejor, como burbuja ya había tenido una vida larga, y justo antes de llegar, una enérgica carcajada la interrumpió, se detuvo y volteó, y con los ojos muy abiertos y una sonrisa gigantesca, el niño del lago la veía emocionado, la burbuja no entendía, él ya era feliz, pero los dos se miraron fijamente, por un momento el tiempo se detuvo, y la felicidad se transmitió del niño a la burbuja, y el dedo del infante se acercó a ella como en cámara lenta mientras su sonrisa crecía, igual que la emoción, y la burbuja comprendió que su misión no era hacer feliz a un infeliz, porque la infelicidad es viciosa y contagiosa, en cambio, debía aportar a la felicidad de un alma alegre porque de esa manera ella era feliz también, se complementaron, y en ese instante la burbuja fue reventada, y el niño carcajeaba y su risa se escuchó en todo el parque, y como si él le agradeciera, el alma de la burbuja subió al cielo sintiendo en todo su ser esa sincera sonrisa, y los dos fueron felices, los dos fueron felicidad…
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